Por: Prof. Julio Manuel Pereyra
Asesor del Equipo de Empleo con Apoyo – Programa de Inclusión Laboral de Personas con Discapacidad del Poder Judicial de Neuquén.
Bastan 8 segundos para que un aneurisma, un ACV, un derrame cerebral o un accidente de tránsito cambien un «ellos» (referidos a Personas con Discapacidad) a un «nosotros».
Las discapacidades de porte (se ven) y las de no porte (no visibles) exigen concientización, capacitación y sensibilización, lejos de la «igualdad» y cerca de la «equidad», que exige no solo entender y atender las diversidades, sino también honrarlas.
Ni «discapacitado» (porque no es, tiene), ni «capacidades diferentes» (una redundancia porque en la ‘normalidad’ hay diferencias), ni «especiales» (porque eso lo marca la humanidad, la solidaridad, la singularidad, no los diagnósticos).
Lo correcto es «Personas con Discapacidad» (PcD). Primero personas.
Debemos entonces «Educar para Incluir, e Incluir para Educar», evitando espacios de segregación, exclusión y/o discriminación.
Rompamos la infantilización y la asexualización en la Discapacidad, y entendamos que las PcD somos sujetos de Derecho, no de asistencia.
Los diseños universales (edilicios y educativos por ejemplo), los principios de accesibilidad y usabilidad, junto con la información, tenderán a habilitar espacios de inclusión (social, educativa y laboral).
Ni «Angelitos», ni «Pobrecitos», las PcD deben ser vistas por fuera de estereotipos (por diagnósticos), prejuicios y estigmas (laborales, sexuales, sociales), para ver detrás a Julio, a Mónica, a Claudia, y no al Asperger, a la silla, a la sorda.
Día para (re)pensar el valor de la diversidad, el respeto y la tolerancia a las diferencias, y sobre todo, para dar oportunidades de vida digna.
«Nosotros no somos lo que nos pasa… somos lo que hacemos con y desde eso».