Por Germán Cazeneuve. Responsable Red de Justicia y Acceso Comunitario
Nos habíamos acostumbrado, sin mala intención pero como a tantas cosas, a que sea lo primero que nos encontrábamos al llegar a la ciudad judicial. Una gran reja con pequeñas puertas a los costados.
De alguna manera, nos familiarizamos con que sea de ese modo. Al fin y al cabo no deja de ser una más de tantas costumbres que vamos adquiriendo y que no nos molestan si están ahí. Algunos nos acostumbramos a hablar de usuario, de caso, de expediente… y se nos desdibujan los rostros, las personas, las familias.
Muchas de estas costumbres están cambiando, las nuevas tecnologías y modernización de los sistemas van liberando los escritorios abarrotados de expedientes y van acelerando procesos entre otras mejoras que empezaron hace ya un tiempo.
Y en todo este camino un día bajamos las rejas. Como si se hubiese abierto una ventana y empezado a correr aire fresco. Como si de pronto no hubiera un obstáculo; lo notamos en los rostros de los que vienen a trabajar, de los que vienen buscando respuestas, asesoramiento… ¿qué paso? ¿Quién autorizó? ¿Dónde las metieron? Una mezcla de sentir que algo faltaba y nos exponía por un lado, y por el otro una sensación de libertad, de inmensidad y de apertura que invita a acercarnos a este gran edificio, subir las escaleras y entrar de otra manera.
Es más, no sólo bajamos las rejas para recibir a quienes se acercan, también decidimos salir al encuentro de todos, especialmente de los más vulnerables, los que están desorientados, con temores, con incapacidades físicas, con más niños pequeños que brazos para sostenerlos, con ancianos y gente mayor que dificultosamente enfrenta las escaleras de acceso, decidimos no salir al encuentro de los casos, de los expedientes, sino de sujetos concretos, de rostros, de gente que tomó tres colectivos desde el oeste de la ciudad para llegar, o que estacionó en doble fila para bajar la rampa de la silla de ruedas y aún debe hacer casi cincuenta metros para ingresar por una rampa, de la persona que tiene en la mano “un papel” que no sabe leer, o interpretar y viene con sus temores y dudas… vecinos que ahora miramos a la cara y le preguntamos ¿en qué puedo ayudarlo? O ¿necesita que lo ayude? O ¿sabe adónde tiene que ir? Decidimos así crear este Servicio de Atención a la Comunidad y salir al encuentro, para orientar y acompañar como institución que busca estar más cerca, no sólo porque los vecinos y vecinas vienen a nosotros, sino porque nosotros vamos hacia ellos y ellas.

